Magistral y estudiada

16.03.2014 | 23:59

Mikel Pagola.

Fiel a su estilo, con un trabajazo digital inicial impresionante y con una rúbrica final apoteósica, Europlá volvió a triunfar ayer en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. Cuando uno tiene su propio listón muy alto está obligado a no bajarlo nunca. Las expectativas son un lastre, sí, pero no hay problema mientras se puedan seguir cumpliendo o, incluso, superando.
El público, su público, esperaba, de esta empresa de Bèlgida lo de ayer y no menos. Salvador Armengol y Quico Martínez, tanto monta, suegro y yerno, rompieron los moldes de lo que habían hecho hasta ahora siendo que, en lo esencial, repitieron el esquema de los últimos años. Si esta empresa se apuntó el tanto de la ‘batucada’ en 2005 haciendo evolucionar al sector pirotécnico español hacia lo que es hoy en relación al uso del digital, últimamente han querido olvidar esto, ya manido, y hacen cosas como la de ayer: una sincronización perfecta de juegos rítmicos, con diferentes truenos, y sucesiones de disparos aéreos en pregunta recibiendo respuesta en el suelo. «Secuencias», que dicen ellos. Todo con matices sonoros estudiadísimos y con una magistral puesta en escena.
No hizo traca valenciana inicial, en eso no claudicó, no, pero sí tuvo los bemoles de mecanizar el terremoto (unirlo con mecha al cuerpo de «mascletà» precedente). Ésta tuvo un único suspiro en su comienzo (ligero hueco), pero luego fue creciendo, retención tras retención, hasta desbordarse y fundirse de manera magistral con el terremoto. El no poder percibir apenas la entrada del final terrestre fue, casi, pura miel. Dulcísimo. Fantástico. Muy bonito. Encima fue largo y creciente, ofrecido en cinco fases hechas sólo con tres tramadas que se repetían, espoletadas, desdoblándose mejor que otros años.
Para más inri, dicha entrada estuvo acompañada en el aire, barroquizada, cosa que veo casi ya obligada. Su previo, el acompañamiento aéreo general, estuvo comedido, como debe, y se engordó al pasar de pitos a chicharras, adquiriendo un perfil más duro. En el de color vimos relámpagos de colores al comienzo y descargas, luego, en las cuerdas. La abrumadora rúbrica final, cerrada en golpe aunque con flecos, fue creciéndose de sur a norte, hasta tornar la plaza del Ayuntamiento en una erupción descomunal. Sin las filigranas de los fabulosos digitales iniciales, vale, pero con una combinación exquisita de simpleza y potencia.